domingo, 26 de junio de 2016

Nuestra propuesta de Capítulo

Hola, Buscadores!

Hoy venimos a anunciaros que hemos sido elegidos entre los dos mejores capítulos en un "Concurso"/iniciativa, del blog "Porque amamos los libros" http://porqueamamosloslibros.blogspot.com.es, que trata de que su administrador Isma junto a la administradora de otro blog, Laura, de http://viviendoenlasestanterias.blogspot.com.es/ , han escrito un capítulo de una historia de amor/infidelidad/asesinato y incita a los lectores de los blogs a continuarla capítulo a capítulo. PODÉIS VOTAR POR ALGUNO DE LOS DOS CAPÍTULOS AQUÍ: http://porqueamamosloslibros.blogspot.com.es/2016/06/vuestra-historia-parte-2-eleccion-del.html

Nos pareció una gran idea, así que hemos participamos con el segundo capítulo, con un giro más violento, dándole una vuelta de 360º a la trama, y un cambio en la personaje principal, dándole nuestro toque personal.

 Os dejamos con nuestro capítulo para que opinéis :)
CAPÍTULO 2: “OTRA VIDA”
Era de noche, Lucía estaba sentada en una mesa de un bar de mala muerte situado en Dios sabía dónde, la única certeza que tenía la joven era que se encontraba en Australia. Había pisado por primera vez esa tierra hacía ya varias horas, y haciendo autostop había avanzado por carretera hasta que la habían dejado en aquel lugar.
Aún no podía creerse lo que había hecho, había matado a alguien, ahora era una asesina. Sí, ella estaba convencida de que Jorge se lo había merecido, la había engañado y humillado, y no solo a ella, suponía que lo habría hecho con muchas otras más antes.
Pero no era tonta, sabía que nadie aparte de ella entendería que lo hubiera matado, que hubiera arrebatado una vida. Ni sus padres, ni sus amigos y muchos menos la policía.
Sin remediarlo las lágrimas recorrieron sus mejillas, su vida tal y como la conocía había terminado, ahora empezaría otra vida para ella. Con unas manos temblorosas se limpió el rostro de lágrimas y bebió un sorbo de su bebida, no solía beber alcohol, pero en ese momento necesitaba beber algo fuerte.
Las manos le temblaban tanto que casi dejó caer el vaso sobre la mesa.
—¿Estas bien, cariño? —la camarera se le había acercado al verla llorar—. ¿Necesitas ayuda con algo?
Lucía se defendía bien con el inglés, pero no estaba acostumbrada al acento australiano y algunas palabras se le escapaban, pero la cálida mirada de la camarera fue suficiente para hacerla comprender que quería ayudarla.
Lucia hizo un gesto con la mano para indicar que se encontraba bien y, con una sonrisa, la camarera volvió a su trabajo. Pero antes de que la camarera llegara hasta la siguiente mesa a servir, un hombre entrado en años, completamente calvo, y que disfrutaba en solitario de una botella de whiskey alargó su brazo y le pellizcó el culo con la mano.
La camarera se volvió sorprendida y un ligero rubor apareció en sus mejillas, el hombre que le había tocado el culo se limitó a sonreír como un bobo, seguro de su derecho a actuar de tal manera, pues él era el cliente y la mujer, una simple camarera.
A lucía le hirvió la sangre al ver aquello, no pudo sino recordar la humillación que había sufrido al ver al hombre que había amado engañándola con otra mujer. ¿Acaso era que todos los hombres pensaban que tenían el derecho a reírse y humillar a cada mujer que se cruzara en su camino?
Entonces observó que el calvo se levantó de su asiento y tambaleante, cual borracho, desapareció por la puerta trasera del bar, sin duda alguna a aliviar la vejiga en uno de los retretes situados fuera del lugar.
Lucía entonces reunió todo el coraje que pudo y le siguió. Estaba dispuesta a hacer que ese cerdo volviera a adentro y se disculpara con la pobre camarera por el mal rato que la había hecho pasar.
Al salir y acercarse a los retretes se lo encontró de pie frente a uno, acaba de terminar y se abrochaba la bragueta.
—¡Eh, tú¡ ¡Entra ahí de nuevo ahora mismo y discúlpate por lo que has hecho! —dijo lucía con todo el convencimiento que pudo.
El calvo no pareció prestarle atención, estaba tan borracho que se bamboleaba de un lado a otro y los ojos le brillaban. Lucía comprobó que vestía una chamarreta vaquera y que en un cinturón guardaba un cuchillo, parecido al que le había visto llevar al protagonista de la película “Cocodrilo Dundee”.
—Aparta —fue lo único que pudo entender que le dijo antes de que soltara un sonoro eructo y la empujara contra la pared.
Estaba furiosa y temblaba de los nervios. Volvió a su mesa y se bebió lo que le quedaba de bebida de una vez. Después de lo que había hecho en Londres, la policía encontraría la manera de dar con ella. Además no había pensado bien sus movimientos y quizás había dejado algún rastro que los llevara a Australia. Si hubiera visto más series policíacas… Así que tomó una determinación, el tiempo que le quedara de libertad, lo usaría para acabar con aquellos hombres que no respetasen a las mujeres. Si había matado a su propio novio, no le costaría hacerles lo mismo a otros.
Dejó en la mesa un billete de los que había conseguido cambiando sus ahorros por dólares australianos, salió del bar y esperó en el callejón contiguo hasta que el borracho apareció por la puerta. Esperaba que no pudiese recordarla debido al alcohol.
—Oye —llamó al hombre, que se giró como pudo—. Oye, tú…
El calvo puso cara de pocos amigos, y torció el gesto cuando Lucía se acercó a él.
—¿Qué coño quieres…?
Pero Lucía no le dejo acabar la frase. Con rapidez le quitó el cuchillo que llevaba a la cintura y se lo clavó en el cuello, y repitió el movimiento varias veces más, mientras el hombre se llevaba las manos a las heridas, de las que brotaban chorros de sangre. El hombre cayó muerto a los pocos segundos a los pies de Lucía, que lo arrastró hasta una esquina llena de cajas con unas botellas vacías. Lo escondió como pudo y se intentó limpiar la sangre con algunos trapos viejos que cubrían las cajas.
Lo había vuelto a hacer, había quitado otra vida. La de otro cerdo, y había decidido que no sería el último. Tendría que tener cuidado, pensar bien cómo llevar a cabo los asesinatos, no dejar pistas… Pero sobre todo, tendría que encontrar a esos hombres que se creen por encima de las mujeres y dejan de ser hombres, para convertirse en animales.
Y Lucía había dejado de ser la antigua y dulce Lucía. Ahora se convertiría en una cazadora de animales. Había dejado de temblar.
Pascual abrazaba a su madre mientras esta lloraba desconsoladamente. Estaban enterrando a su hermano, Jorge, su querido hermano pequeño, cuyo cuerpo acababan de enviar desde Londres a España. Por lo que la policía le había contado, había sido brutalmente asesinado en su propia casa y todas las pistas apuntaban a que la asesina había sido su novia, Lucía, en un ataque de celos, la policía también le había dicho que el ultimo rastro que tenían de la joven era un vuelo a Australia, que era un país sin tratado de extradición con España.
     Con palabras educadas le habían dicho a Pascual que harían todo lo que estuviera en sus manos para atraparla. Pero mientras Pascual veía llorar a su madre tuvo la convicción de que si quería que se hiciera justicia con su hermano debería encargarse él mismo.
    Cogería el primer vuelo que saliera para Australia y encontraría a la mujer que había matado a su hermano, la detendría y se aseguraría de que pagara por sus crímenes. Se encargaría de que se hiciera justicia.
Autores del fragmento: Darío Cobacho y José María Rodríguez (autores de “El Buscador”) para la iniciativa “Vuestra historia” del blog “Porque amamos los libros”. 20-06-2016.

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