Hoy venimos a anunciaros que hemos sido elegidos entre los dos mejores capítulos en un "Concurso"/iniciativa, del blog "Porque amamos los libros" http://porqueamamosloslibros.blogspot.com.es, que trata de que su administrador Isma junto a la administradora de otro blog, Laura, de http://viviendoenlasestanterias.blogspot.com.es/ , han escrito un capítulo de una historia de amor/infidelidad/asesinato y incita a los lectores de los blogs a continuarla capítulo a capítulo. PODÉIS VOTAR POR ALGUNO DE LOS DOS CAPÍTULOS AQUÍ: http://porqueamamosloslibros.blogspot.com.es/2016/06/vuestra-historia-parte-2-eleccion-del.html
Nos pareció una gran idea, así que hemos participamos con el segundo capítulo, con un giro más violento, dándole una vuelta de 360º a la trama, y un cambio en la personaje principal, dándole nuestro toque personal.
Os dejamos con nuestro capítulo para que opinéis :)
CAPÍTULO 2: “OTRA VIDA”
Era de noche, Lucía estaba sentada en una mesa de un bar de mala
muerte situado en Dios sabía dónde, la única certeza que tenía la joven era que
se encontraba en Australia. Había pisado por primera vez esa tierra hacía ya
varias horas, y haciendo autostop había avanzado por carretera hasta que la
habían dejado en aquel lugar.
Aún no podía creerse lo que había hecho, había
matado a alguien, ahora era una asesina. Sí, ella estaba convencida de que
Jorge se lo había merecido, la había engañado y humillado, y no solo a ella,
suponía que lo habría hecho con muchas otras más antes.
Pero no era tonta, sabía que nadie aparte de ella
entendería que lo hubiera matado, que hubiera arrebatado una vida. Ni sus
padres, ni sus amigos y muchos menos la policía.
Sin remediarlo las lágrimas recorrieron sus
mejillas, su vida tal y como la conocía había terminado, ahora empezaría otra
vida para ella. Con unas manos temblorosas se limpió el rostro de lágrimas y
bebió un sorbo de su bebida, no solía beber alcohol, pero en ese momento necesitaba
beber algo fuerte.
Las manos le temblaban tanto que casi dejó caer el
vaso sobre la mesa.
—¿Estas bien, cariño? —la camarera se le había
acercado al verla llorar—. ¿Necesitas ayuda con algo?
Lucía se defendía bien con el inglés, pero no
estaba acostumbrada al acento australiano y algunas palabras se le escapaban,
pero la cálida mirada de la camarera fue suficiente para hacerla comprender que
quería ayudarla.
Lucia hizo un gesto con la mano para indicar que se
encontraba bien y, con una sonrisa, la camarera volvió a su trabajo. Pero antes
de que la camarera llegara hasta la siguiente mesa a servir, un hombre entrado
en años, completamente calvo, y que disfrutaba en solitario de una botella de
whiskey alargó su brazo y le pellizcó el culo con la mano.
La camarera se volvió sorprendida y un ligero rubor
apareció en sus mejillas, el hombre que le había tocado el culo se limitó a
sonreír como un bobo, seguro de su derecho a actuar de tal manera, pues él era
el cliente y la mujer, una simple camarera.
A lucía le hirvió la sangre al ver aquello, no pudo
sino recordar la humillación que había sufrido al ver al hombre que había amado
engañándola con otra mujer. ¿Acaso era que todos los hombres pensaban que
tenían el derecho a reírse y humillar a cada mujer que se cruzara en su camino?
Entonces observó que el calvo se levantó de su
asiento y tambaleante, cual borracho, desapareció por la puerta trasera del
bar, sin duda alguna a aliviar la vejiga en uno de los retretes situados fuera
del lugar.
Lucía entonces reunió todo el coraje que pudo y le
siguió. Estaba dispuesta a hacer que ese cerdo volviera a adentro y se
disculpara con la pobre camarera por el mal rato que la había hecho pasar.
Al salir y acercarse a los retretes se lo encontró
de pie frente a uno, acaba de terminar y se abrochaba la bragueta.
—¡Eh, tú¡ ¡Entra ahí de nuevo ahora mismo y
discúlpate por lo que has hecho! —dijo lucía con todo el convencimiento que
pudo.
El calvo no pareció prestarle atención, estaba tan
borracho que se bamboleaba de un lado a otro y los ojos le brillaban. Lucía
comprobó que vestía una chamarreta vaquera y que en un cinturón guardaba un
cuchillo, parecido al que le había visto llevar al protagonista de la película
“Cocodrilo Dundee”.
—Aparta —fue lo único que pudo entender que le dijo
antes de que soltara un sonoro eructo y la empujara contra la pared.
Estaba furiosa y temblaba de los nervios. Volvió a
su mesa y se bebió lo que le quedaba de bebida de una vez. Después de lo que
había hecho en Londres, la policía encontraría la manera de dar con ella.
Además no había pensado bien sus movimientos y quizás había dejado algún rastro
que los llevara a Australia. Si hubiera visto más series policíacas… Así que
tomó una determinación, el tiempo que le quedara de libertad, lo usaría para
acabar con aquellos hombres que no respetasen a las mujeres. Si había matado a
su propio novio, no le costaría hacerles lo mismo a otros.
Dejó en la mesa un billete de los que había
conseguido cambiando sus ahorros por dólares australianos, salió del bar y
esperó en el callejón contiguo hasta que el borracho apareció por la puerta.
Esperaba que no pudiese recordarla debido al alcohol.
—Oye —llamó al hombre, que se giró como pudo—. Oye,
tú…
El calvo puso cara de pocos amigos, y torció el
gesto cuando Lucía se acercó a él.
—¿Qué coño quieres…?
Pero Lucía no le dejo acabar la frase. Con rapidez
le quitó el cuchillo que llevaba a la cintura y se lo clavó en el cuello, y
repitió el movimiento varias veces más, mientras el hombre se llevaba las manos
a las heridas, de las que brotaban chorros de sangre. El hombre cayó muerto a
los pocos segundos a los pies de Lucía, que lo arrastró hasta una esquina llena
de cajas con unas botellas vacías. Lo escondió como pudo y se intentó limpiar
la sangre con algunos trapos viejos que cubrían las cajas.
Lo había vuelto a hacer, había quitado otra vida. La
de otro cerdo, y había decidido que no sería el último. Tendría que tener
cuidado, pensar bien cómo llevar a cabo los asesinatos, no dejar pistas… Pero
sobre todo, tendría que encontrar a esos hombres que se creen por encima de las
mujeres y dejan de ser hombres, para convertirse en animales.
Y Lucía había dejado de ser la antigua y dulce
Lucía. Ahora se convertiría en una cazadora de animales. Había dejado de
temblar.
Pascual abrazaba a su madre mientras esta lloraba desconsoladamente.
Estaban enterrando a su hermano, Jorge, su querido hermano pequeño, cuyo cuerpo
acababan de enviar desde Londres a España. Por lo que la policía le había
contado, había sido brutalmente asesinado en su propia casa y todas las pistas
apuntaban a que la asesina había sido su novia, Lucía, en un ataque de celos,
la policía también le había dicho que el ultimo rastro que tenían de la joven
era un vuelo a Australia, que era un país sin tratado de extradición con
España.
Con palabras educadas le
habían dicho a Pascual que harían todo lo que estuviera en sus manos para
atraparla. Pero mientras Pascual veía llorar a su madre tuvo la convicción de
que si quería que se hiciera justicia con su hermano debería encargarse él
mismo.
Cogería el primer vuelo que
saliera para Australia y encontraría a la mujer que había matado a su hermano,
la detendría y se aseguraría de que pagara por sus crímenes. Se encargaría de
que se hiciera justicia.
Autores del fragmento: Darío Cobacho y José María Rodríguez (autores
de “El Buscador”) para la iniciativa “Vuestra historia” del blog “Porque amamos
los libros”. 20-06-2016.
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